La jornada de trabajo de María Reiche empieza en plena noche, mucho antes de
la salida del sol. Todas las mañanas viaja en autostop y a lo largo de los
caminos, desde la ciudad Nazca hasta el desierto.
Ya durante los primeros días de junio de 1946 encuentra entre las líneas
el dibujo estilizado de una araña. Fue entonces difícil distinguirlo
porque durante siglos el viento había soplado sobre el altiplano y había dejado una capa fina de piedras pequeñas
sobre la imagen. Poco a poco María descubre cada vez más figuras
aunque al principio de su investigación aún no fueron reconocidas.
Estudió casi mil líneas mediante cinta métrica, sextante y brújula y más tarde también
con el teodolito, guiándose por su orientación astronómica. Cargada de instrumentos de medición
y de una escalera de mano, en numerosas ocasiones recorría a pie el desierto
sin provisión alguna.
Para evitar los largos recorridos diarios, se muda a una sencilla cabaña,
al borde del desierto sin tener ni siquiera
agua corriente ni toma eléctrica. Cuando más tarde, su facultad visual empeora
y empieza a dedicarse a las figuras.
Quiere saber cómo era técnicamente posible producir esos enormes dibujos tan perfectos.
Supone que los creadores estaban provistos de un sistema de medición con el
cual podían trasferir las figuras de un modelo más pequeño, al
desierto.
Lo que más le ayudó durante de los 40 años de investigación, es el Servicio
Aerofotográfico del ejército del aire del Perú (SAN) que le
permitió volar varias veces sobre los dibujos para sacar fotos aéreas muy
valiosas.
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